Me preguntaba si volvería a sentir alguna vez a la Luna tan cerca como la percibía cuando era más pequeña. Cuando llegaba la noche, las tres de la madrugada, como ahora, y cogía mis prismáticos desde el poyete de la terraza, húmedo y frío por la brisa del mar y, simplemente, miraba a través de ellos hacia el cielo topándome con la Luna, con Marte, Venus, Orión...perdiéndome en las constelaciones, dejando que el tiempo pasase sin mirar el reloj. Sabiendo que iría algún día a los lugares que estaba viendo, aunque fuera a través de los sueños.
Me preguntaba también si se volvería a repetir esa sensación de caerme 'accidentalmente' de ese poyete y tropezar descalza con la arena helada, dar un paso y encontrar la arena mojada por las pequeñas ondas que dejaba el mar.
También me preguntaba si volvería a despertarme y conseguiría ver de nuevo, a través de la pequeña ventana de la cocina, a alguna de mis hermanas llegar por la misma terraza en la que yo había estado hacía un par de horas. Observar silenciosamente cómo miraba al horizonte mientras pensaba a saber en qué, al mismo tiempo que engullía alguna que otra golosina sentada en el sillón de plástico y con los pies apoyados en la barandilla blanca.
Me preguntaba...me preguntaba...me preguntaba qué estará pasando en ese lugar ahora, y quién pisará ese suelo...ahora que mi rincón ya no está. Ni el poyete. Ni la terraza. Ni nada...
Son preguntas con respuesta. Y eso...eso no me gusta.
Cúanto no daríamos a veces por desconocer una respuesta, ¿verdad?
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