Y es que anoche, mientras besaba tus labios
en lo más profundo de mis sueños
no eran precisamente los míos, sino
los de aquel hombre empedernido,
el que ahora roba tu aliento,
quien se queda más que satisfecho
por pasar un buen rato contigo.
Mas acaso no es cierto
que el amor es algo más
que no por ello vierto
mis ganas de llorar
anhelo de un suspiro
que me hace respirar
anhelo de un susurro
que me hace no pensar
que pueda haber algo más
entre tú y aquel rufián.
Demasiado tiempo ha pasado
desde la última lágrima derramada.
Demasiada sangre ha vertido
mi alma desdichada.
El mal presagio se acerca
viene lento y despacio
mas no por eso la espera,
amarga con su presencia y
dulce por su esencia,
debe ser eterna.
Dicha la verdad, todo se oscurece
vuelve mi alma soñadora, a un ataúd inerte,
no fabricado con la mejor madera
más bien de lo que éste alberga,
guarda su verdad dolorosamente intensa
en este, su cajón de fría piedra.
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