Enfrascada en un mundo sin color y casi sin luz, sigue esperando una noche más a que amanezca.
No sabe muy bien por qué. Rutina - supone. Un día más - se dice.
Vuelve a mirar por la ventana, ansía ver el Sol a pesar de no haber dormido en toda la noche. Quizá, el trasiego de gente le haría no pensar.
Mentirosa - se volvió a decir.
Sabía perfectamente que, hiciera lo que hiciese, no se le hiría de la mente.
Esto tiene que acabar - pensó- sí, debe acabar de una vez por todas. Es el tercer día que no pego ojo y voy a volverme loca...¡joder si todo fuera tan fácil!
Tiró algo de la mesita. No se había dado cuenta que estaba gesticulando mientras pensaba. Lo recogió. Era una foto, de hacía unos tres años más o menos. En ésta aparecía ella rodeada de gente. Sonreía.
Suspiró y la volvió a dejar.
Ahí sí que era feliz - susurró - y ahora...ahora sigo atrapada en un callejón sin salida, queriendo pasar a través de un muro sin descubrir la puerta que tiene que haber escondida por alguna parte. Palpando a ciegas, jugando en tableros de ajedrez que utilizan la gama de grises y buscando en la lírica trovadoresca francesa de principios del siglo XII amores corteses frustrados...son los menos frecuentes, así que dentro de poco optaré por coger a algún romántico alemán, al estilo Hoffmann, y lo disfrutaré como jamás he hecho con ningún otro.
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