viernes, 29 de abril de 2011

Compañía

Llevaba toda la tarde sentada frente al ordenador, sin levantar la vista de sus apuntes, con la puerta del balcón abierta de par en par. El escritorio, bajo la ventana paralela a la puerta del balconcillo, recibía la poca luz que quedaba del atardecer. De repente, algo llamó la atención de nuestra protagonista. Arqueó una ceja y miró hacia el suelo, girando levemente la cabeza hacia la izquierda. Un pequeño pajarillo se había colado por la puerta y, dando pequeños saltitos, se adentraba en su habitación mientras piulaba tímidamente.
A la chica se le escapó una sonrisilla, mientras el pequeño gorrión la miraba en actitud un poco vacilante. La muchacha, volvió a dirigir su mirada hacia la pantalla y, de reojo, vio cómo el pajarillo se adentraba cada vez más hacia su cuarto. 
El animalillo estuvo un buen rato campando por allí a sus anchas, y la chiquilla cada vez se sentía un poco más especial. Qué tontería - pensó por haberse sentido así. Pero lo cierto y verdad es que la sonrisa no se le borraba del rostro.
De repente, lo escuchó revolotear, y pudo comprobar cómo se había posado en uno de los manillares de su bici estática. Lo tenía justo detrás. Se sentía observada. Observada por un gorrión. Eso sí que era una auténtica estupidez. Una pequeña risa se le escapó al pensarlo, y temió por un momento que la única compañía que había tenido en toda la tarde se esfumara. Para su sorpresa no fue así. El pequeño animal piuló y, esta vez, más fuerte que las anteriores.
La chica giró su cabeza y estuvo observándolo durante un rato. El pajarillo le devolvía la mirada, moviendo la cabeza de un lado para el otro, como suelen hacer los pájaros. Tenía pinta de ser un gorrión joven, y sus ojos emanaban la misma sorpresa, probablemente, que los de la muchacha.
Tras un ratillo bajó al suelo y salió al balcón, pero no se fue muy lejos, no. Salía y entraba. Y salía y entraba. Y así estuvo durante largo tiempo. Hasta que, finalmente, partió. No sin antes otorgar un buen canto y, por qué no decirlo, una muy buena compañía a quien iba a tener una larga, pesada, aburrida y solitaria jornada de estudio sin nada interesante que contar.

domingo, 17 de abril de 2011

Extracto de 'Niebla'

-Sí, ya he oído decir que lo más liberador del arte es que le hace
a uno olvidar que exista. Hay quien se hunde en la lectura de
novelas para distraerse de sí mismo, para olvidar sus penas...
-No, lo más liberador del arte es que le hace a uno dudar de
que exista.
-Y ¿qué es existir?
-¿Ves? Ya te vas curando; ya empiezas a devorarte. Lo prueba esa
pregunta. ¡Ser o no ser!..., que dijo Hamlet, uno de los que
inventaron a Shakespeare.
-Pues a mi, Víctor, eso de ser o no ser me ha parecido siempre
una solemne vaciedad.
-Las frases, cuanto más profundas, son más vacías. No hay
profundidad mayor que la de un pozo sin fondo. ¿Qué te parece lo
más verdadero de todo?
-Pues..., pues... lo de Descartes: ''Pienso, luego soy''.
-No, sino esto: A = A.
-Pero ¡eso no es nada!
-Y por lo mismo es lo más verdadero, porque no es nada. Pero esa
otra vaciedad de Descartes, ¿la crees tan incontrovertible?
-¡Y tanto...!
-Pues bien, ¿dijo eso Descartes?
-¡Sí!
-Y no era verdad. Porque como Descartes no ha sido más que un ente
ficticio, una invención de la historia, pues...¡ni existió..., ni
pensó!
-Y ¿quién dijo eso?
-Eso no lo dijo nadie; eso se dijo ello mismo.
-Entonces, ¿el que era y pensaba era pensamiento ése?
-¡Claro! Y, figúrate, eso equivale a decir que ser es pensar y lo
que no se piensa no es.
-¡Claro está!
-Pues no pienses, Augusto, no pienses. Y si te empeñas en pensar...
-¿Qué?
-¡Devórate!
-Es decir, ¿que me suicide...?
-En eso ya no me quiero meter. ¡Adiós!
Y se salió Víctor, dejando a Augusto perdido y confundido en
sus cavilaciones.

Niebla, Miguel de Unamuno, Madrid, Bibliotex, 2001 Pág 168.

jueves, 14 de abril de 2011

Aparentemente

Nunca lograrás entenderlo, porque no eres capaz de prestar una mínima atención a aquello que tus ojos no ven, ni lo que tus oídos no pueden escuchar, ni lo que tus manos sentir, ni tus labios saborear. Podrías olerlo, es cierto, pero siempre andas constipada y el viento nunca acompaña.

Hay cosas que las palabras no pueden decir, hay sentimientos que sólo las miradas, los gestos y los pequeños detalles son capaces de desvelar. Sólo debes estar atenta y, sobre todo, saber interpretar. Esa es tu única función en este teatro. Tienes suerte, nadie mueve tus hilos. Ella, sin embargo,  se siente atada tras el telón.
Quizá ese sea el problema. ¿Cómo una marioneta va a poder sentir? Pues sí. Porque sólo es una actriz en ese escenario. Fuera, sigue teniendo nombre y apellidos. Y tú, también.

miércoles, 6 de abril de 2011

In...depths

Personas sin rostro, sed y agua de mar. 
Ilusión y al final del pasillo, guillotina.
Palabras alrededor completamente mudas. 
Miradas cómplices totalmente ciegas.
Corazones cosidos con viejos retales. 
Cuerdas anudadas y quemadas por el Sol.
Barcos esperando cargamento para zarpar. 
Alguien que nunca llega.

El viejo observando apoyado en su bastón. 
Esto ya lo ha vivido.
Son historias normales.

sábado, 2 de abril de 2011

Silencio absorto

Mirando al cielo se sintió libre una vez  más, respiró hondo y recordó quién era. Al fin, lo sabía, e iba a hacerlo.
Fue con paso firme hacia el lugar en el que se encontraría por última vez con su amada. Y por última vez porque había decidido dejar de amarla. Sí, había tomado esa opción. ¿Por qué? Sencillamente, la amaba demasiado como para seguir amándola. Había llegado a la cima. Pero...el amor no tiene cimas, pensó. Vaciló un instante, efímero instante, podríamos decir. Ya daba igual, la decisión estaba tomada. Y, aunque el sentimiento por ella siguiera en aumento o se mantuviera durante décadas, había cerrado esa puerta. No había marcha atrás. Nunca más volvería a ver luz inquietante en sus ojos, porque todo era irreal. Sabía que vivía en una mentira constante. Todo era la mayor farsa del mundo, fruto de su imaginación y su deseo por conquistar un corazón que no le pertenecía. Todo excepto el dolor que le producía cada pálpito y el amor que por ella sentía y del que nadie absolutamente nada sabía.
Recuerda, esto no es una rendición, sólo un método que te hará más fuerte -se dijo- sólo es otra forma diferente de verla. Porque sabes que la vas a seguir viendo ¿no?
De repente, ahí estaba, de frente, justo delante. Con esa sonrisa, y ese pelo, y esos labios, y ese cuello, y esa mirada...
Y ahí se quedó ella, helada, petrificada, paralizada. Simplemente observando detalladamente cómo se acercaba cada vez más y olvidándose de todo lo anteriormente pensado.
Despertó.
Soy imbécil - afirmó. Y pronunció varias palabras malsonantes más, maldiciéndose a sí misma y a su subconsciente por no ser capaz, ni siquiera, de controlar a sus sentimientos en sus propios laberintos.